
Las cosas, nuestras cosas, les gustan que las quieran; a mi mesa le gusta que yo apoye los codos, a la silla le gusta que me siente en la silla, a la puerta le gusta que la abra y la cierre como al vino le gusta que lo compre y lo beba, mi lápiz se deshace si lo cojo y escribo, mi armario se estremece si lo abro y me asomo, las sábanas son sábanas cuando me echo sobre ellas y la cama se queja cuando yo me levanto. ¿Qué será de las cosas cuando el hombre se acabe? Como perros las cosas no existen sin el amo.
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