"Alfredo: -Te contaré una historia. Sólo para ti, Toto.
Sentémonos.
Hubo una vez un rey que dio una fiesta. Las más hermosas
princesas asistieron. Un soldado de la guardia real vio pasar a la hija de rey.
Era la más adorable, e inmediatamente el soldado se enamoró. Pero, ¿qué
era un simple soldado al lado de la hija de un rey? Un día el soldado se las
arregló para verla y le dijo que ya no podía vivir sin ella. La princesa quedó
tan impactada por la profundidad de sus sentimientos que le dijo: "Si
puedes esperar por 100 días con sus noches bajo mi balcón yo seré tuya".
Dicho esto, el soldado salió y esperó un día, dos... luego diez, veinte. Cada
noche la princesa lo buscaba y allí estaba él, sin moverse. Siempre allí,
lloviera o relampagueara. Las aves se posaban en su cabeza, las abejas lo
aguijoneaban, pero él no se movía. Después de 90 noches, se veía seco y pálido.
Brotaron lágrimas de sus ojos. No pudo detenerlas. No tuvo ni siquiera fuerzas
para dormir. Y todo ese tiempo, la princesa lo observaba. Cuando la nonagésima
novena noche llegó... el soldado se levantó, tomó su silla, y se marchó...
Toto: -¿Qué? ¿Justo al final?
Alfredo: -¡Justo al final, Toto! No me preguntes qué
significa, no lo sé. Si logras descifrarlo, me lo dices..."
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