Amigo mío que
desde que el tiempo fue
tiempo, vas sembrando guijarros
por donde es plomo el sol
y es tan espeso el polvo
del camino, que embarra el canto.
Si al ir manso a doblar
un recodo hacia el mar
vieses los ojos de esa muchacha,
detén tus aguas y
pregúntale si
se acuerda de mí.
Si la ves en primavera,
corre con ella
por los trigales,
arrancando amapolas, avena y grama
para adornar el jarrón que hay junto a su cama.
Si la ves cuando el verano,
corre su mano
seca y calina,
mécela entre tus brazos frescos de río.
Y vuelve para contármelo amigo mío.
Si al ir manso a doblar
un recodo hacia el mar
vieses los ojos de esa muchacha,
detén tus aguas y
pregúntale si
se acuerda de mí.
Si la ves cuando el otoño,
te hace ancho y hondo
y sueña el barbecho,
cuéntale que la llevo como el abrojo,
prendida en el pelo, el alma, el vientre y los ojos.
Si la ves cuando el invierno,
viste su terno
blanco y helado,
cuida que por las noches no sienta frío.
Y vuelve para contármelo amigo mío.
desde que el tiempo fue
tiempo, vas sembrando guijarros
por donde es plomo el sol
y es tan espeso el polvo
del camino, que embarra el canto.
Si al ir manso a doblar
un recodo hacia el mar
vieses los ojos de esa muchacha,
detén tus aguas y
pregúntale si
se acuerda de mí.
Si la ves en primavera,
corre con ella
por los trigales,
arrancando amapolas, avena y grama
para adornar el jarrón que hay junto a su cama.
Si la ves cuando el verano,
corre su mano
seca y calina,
mécela entre tus brazos frescos de río.
Y vuelve para contármelo amigo mío.
Si al ir manso a doblar
un recodo hacia el mar
vieses los ojos de esa muchacha,
detén tus aguas y
pregúntale si
se acuerda de mí.
Si la ves cuando el otoño,
te hace ancho y hondo
y sueña el barbecho,
cuéntale que la llevo como el abrojo,
prendida en el pelo, el alma, el vientre y los ojos.
Si la ves cuando el invierno,
viste su terno
blanco y helado,
cuida que por las noches no sienta frío.
Y vuelve para contármelo amigo mío.
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