Infancia en Chillán
Desde Chamascal en el sur de Argentina, regresa a Chile don José Angel Urrutia con su mujer María del Tránsito Cerda y dos de sus hijos. El duro trabajo como comerciante en oro le impedía radicarse definitivamente, hasta que a principios de siglo llega a la calle Independencia de la ciudad de Chillán, donde combinado a sus viajes a la Argentina, instala una bodega de Frutos del País, que muy pronto fracasa. Allí nace el 5 de mayo de 1912, María Matilde Urrutia Cerda, que casi no conoció a su padre quien muere un año después dejando a su familia en precaria situación económica.
De él hereda la energía, iniciativa y afán de independencia, como de su madre la belleza y raigambre a la tierra. Sus hermanos mayores: Jacinto, Angela, Mercedes, Francisco y Luis emigran a Santiago, mientras su infancia transcurre llena de ricas experiencias dentro de la vieja casona con el cultivo de la huerta, las flores, la "Escuela España", su amiga Esmeralda Merino, los veraneos en Coihueco, el perrito "Chap", las tortillas de rescoldo, los piñones y "castañas calentitas", el brasero y el eterno fumar de la madre sacando tabaco de una bolsita para envolverlo con pericia en las finas hojas de choclo, mientras le contaba sus cuentos sobre los ángeles y la luna, cubierta la cabeza bajo el tradicional velo negro. Y el fiel Jarita cuya función era cuidarlas celosamente.
Adolescencia y Trabajo en la Capital
La dura vida las obliga a emigrar a Santiago. Atrás queda la feliz infancia de aquella muchacha vivaz, querendona, de pelo castaño, aficionada al canto y la guitarra. Tiene 12 años y ahora debía enfrentar casi sola el porvenir. Estudia en el Instituto Comercial, se transforma en una atractiva pelirroja, sencilla y sofisticada a la vez. Su vida se desarrolla entre el trabajo (Gath y Chaves, Correo, Seguro Obrero), su familia y los estudios de canto que inicia con Consuelo Guzmán en el Conservatorio de Música, y que continúa con Blanca Hauser, casada con Armando Carvajal. Convive con la pareja un tiempo después de la muerte de su madre, y ellos influyen fuertemente en su formación musical y hacen de enlace para reunir estos dos mundos tan lejanos y tan cercanos como el de Matilde y Pablo Neruda.
La Meteórica Aparación y la Previa Preparación
Sucedió en 1946 en el Parque Forestal. El intenso y breve encuentro se desvanece en el corazón de ambos, entre la actividad artística de Matilde y política-literaria de Neruda, hasta reencontrarse en México en 1949. Entonces, Matilde comenzará a ser la mujer que con "ardiente paciencia" esperaba Neruda. En ella se conjugaban su hechura sensual y rural del Sur de Chile, las reminiscencias de la Patria amada con su cerámica de Quinchamalí, las tortillas de rescoldo, la flora y fauna cantadas en el manejo diestro de la guitarra. Para Matilde que nació y vivió en independencia es más enaltecedor el sacrificio que hiciera de dejar su arte y autonomía en pro de la misión trascendente del poeta. Porque Matilde todo lo dejó por seguir a su compañero. La artista y cantante, hermosa con sus 37 años, de cuerpo moreno y ahora cobriza cabellera, simboliza para Neruda el recado de la tierra lejana, el recuerdo del niño Neftalí, Parral y Chillán, tan unidos en el espacio y las vivencias. El poeta se reconcilia con sus raíces, recupera la perdida imagen materna y asume su infancia enlutada.
Durante ese sexenio (1949-1955) previo a la separación de Neruda con Delia del Carril, Matilde será la "elegida" y por ello la innombrada: la enigmática Rosario de la Cerda en los anónimos "Versos del Capitán", la "Pasajera de Capri" de "Las ubas y el viento" y la dueña de aquellas manos de jardinera que se deslizan por las Odas.
"Matilde, Señora Mía, Muy Amada"
En el navegado "Estravagario", suena sonoro como campana, por primera vez, el nombre de Matilde, la bien amada, recibiendo del poeta su poesía y su realidad. Pero será otro Poemario, con su centenar de casas de 14 tablas, los "Cien sonetos de amor", el que consagre a Matilde, a la Chascona de Chillán como reina y señora de cada jornada, de cada etapa. Con ella renace desde el corazón del polvoroso Parral a la adjetiva "Chillaneja fragante": "madre"; "ráfaga de rosal"; "Rosario"; "amor de otoño"; "presente y futuro".
Productos y Herencia
Como el artificio del poeta es transfigurar la realidad, él rearticuló su voz a la de ella, para juntos generar magníficas creaciones. Capitán y musa harán en adelante que cada obra sea la hija de ambos, compensando la imposibilidad de tener los propios. Matilde-Amor, entre la popa de su última obra y la proa de "Los Versos del Capitán", principio y final, y no sólo en los libros, también en sus casas, especialmente en "La Chascona" quedan las cenizas del fuego no consumido. Allí está la higuera y las flores de Chillán, los nombres entrelazados en la fusión tierra y mar, los escalonados muros y rincones donde resonaron los sonetos y vivieron su amor. Allí se veló una terrible noche de septiembre de 1973, la última estadía del poeta en su casa, y allí doce años después se cerró la luz de los ojos de Matilde. Ambos partieron de noche para reencontrarse para siempre.
La Viuda de Neruda
Durante los trágicos años de la dictadura, Matilde se convierte en la luchadora de su pueblo y del poeta. Logra con la asesoría de Miguel Otero Silva, editar las censuradas "Memorias" del poeta. También lleva a cabo la publicación de su obra póstuma, y el rescate de la nerudiana dispersa, en verso y prosa, tanto del olvidado Neftalí como del consagrado Premio Nobel Pablo Neruda. En estas tareas la asesoran Otero Silva y Jorge Edwards y en su soledad y aislamiento a que ha sido relegada, y mientras escribe sus propias Memorias, la acompañan Solidariamente, Teresa Hamel, su fiel amiga; Angela Urrutia, su hermana y en echar las bases de la Fundación Pablo Neruda, para hacer realidad el sueño del poeta. Hoy, la Fundación es una realidad y se abrirá el Museo de Isla Negra. Asimismo en la Casa de "La Chascona" está la sede de la Fundación, la biblioteca del poeta y el centro de cultura, el taller de poesía y el fondo de ediciones de Neruda. En Isla Negra reposarán un día "entre los párpados del mar y la tierra", Pablo Neruda y Matilde Urrutia.